El lunes 18 de diciembre, en el Anexo del Congreso de la Nación, se realizó una conferencia de prensa conjunta de diputados y numerosas organizaciones populares para expresar el rechazo a la media sanción legislativa de la reforma de la “Ley Antiterrorista”, promovida por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que profundiza la criminalización de los conflictos sociales.
Entre otros, participaron de dicho evento los diputados nacionales Pino Solanas, Alcira Argumedo, Jorge Cardelli (Proyecto Sur) y Víctor De Genaro (FAP), el diputado porteño Alejandro Bodart (MST en Movimiento Proyecto Sur) y referentes de la CTA, de organismos de derechos humanos y de organizaciones sociales y políticas.
En la foto, Diana Kordon (Liberpueblo), Enrique Fukman (Asociación de Ex Detenidos-desaparecidos), Laura Ginsberg (Apemia), el abogado Nicolás Tauber Sanz y Bodart.
Declaración unitaria
NO A LA NUEVA LEY ANTITERRORISTA
Una norma para reprimir al pueblo y sus luchas
Los abajo firmantes expresamos nuestra oposición al proyecto de ley enviado al Congreso de la Nación por la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner el 14 de octubre de 2011, que logró la media sanción en la Cámara de Diputados con los votos únicamente del Frente para la Victoria, que consiste en un nuevo proyecto de ley “antiterrorista”, que amplía groseramente el campo de criminalización de la protesta que permite la ley 26.268 sancionada en el año 2007 y que tipificaba los delitos de “asociación ilícita terrorista” y “financiación del terrorismo”.
La ley antiterrorista del 2007
Cabe recordar que en el año 2007 se sancionó la ley 26.268, incorporando al Código Penal los artículos 213 ter y 213 quater. El primero de ellos tipificaba como delito la “asociación ilícita terrorista” y el segundo sancionaba el “financiamiento del terrorismo”.
En este sentido, no es menor que hasta hoy no se ha podido definir jurídicamente qué se entiende por “terrorismo” y esto no es casual si tenemos en cuenta que siempre se ha utilizado este calificativo para demonizar al opositor político, para justificar su persecución y su eliminación. Además, actualmente existen claros intereses políticos por parte del imperialismo norteamericano y sus socios en utilizar el calificativo de “terrorista” para perseguir a quienes se oponen, de diferentes formas y en diferentes lugares, a su política. Aplicando estas leyes en Chile los mapuches y en Perú los docentes, son procesados y encarcelados como “terroristas”. En Irak y Afganistán los “terroristas” son lo que resisten la invasión de los EE.UU. y sus socios.
El nuevo proyecto de ley enviado por Cristina Fernández de Kirchner
El nuevo proyecto de ley enviado por la presidenta postula la derogación de la ley 26.268, pero al mismo tiempo requiere la aprobación de una legislación “antiterrorista” cuyos alcances son mucho mayores y que permite la aplicación lisa y llana de penas altísimas a cualquier tipo de organización o individuos que cuestione y se oponga a las políticas estatales, de gobiernos extranjeros o de organismos internacionales, abriendo la puerta de una potestad represiva del Estado mucho mayor que la conocida hasta ahora desde el año 1983.
Específicamente se promueve la incorporación al Código Penal del art. 41 quinquies, que establecería lo siguiente: “Cuando alguno de los delitos previstos en este Código hubiere sido cometido con la finalidad de aterrorizar a la población, la escala penal se incrementará en el doble del mínimo y del máximo. Si la finalidad fuese la de obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, se aplicará la misma escala.”
No es difícil imaginar la facilidad con la que se puede aplicar esta figura si tenemos en cuenta los miles de compañeros judicializados y procesados por luchar, y las campañas mediáticas que demonizan la protesta.
A partir de ahora cualquier tipo de protesta que lleve adelante acciones reivindicativas que tengan por objeto intentar que el Estado Nacional, gobiernos extranjeros o agentes de organismos internacionales realicen un acto o se abstengan de hacerlo, queda abarcada por esta ley. De esta manera esta ley posibilitara calificar de terrorista casi cualquier acción de protesta o lucha, incrementando al doble el mínimo y el máximo de las escalas penales de los delitos que se trate, convirtiendo en la práctica cualquier acusación penal, en el marco de la protesta social, en la posibilidad concreta de privar de la libertad a los luchadores acusados. Si esta ley hubiera sido aprobada hace unos años, hoy podríamos tener en las cárceles a cientos de militantes y activistas, que hoy se encuentran procesados.
La ley agrega al Código Penal como art. 306 la figura de “financiación del terrorismo”, que castiga explícitamente el hecho de colaborar económicamente directa o indirectamente con cualquier organización o persona que vaya a cometer hechos con la finalidad de obligar a la autoridad a realizar o abstenerse de realizar un acto. La consecuencia directa de esto es que se puede criminalizar o perseguir cualquier campaña de solidaridad con cualquier preso político al que se le haya aplicado el agravante de terrorismo. A la luz de esta nueva legislación todos los que colaboraran económicamente con estas campañas deberían enfrentar penas privativas de libertad de entre 5 y 15 años.
Asimismo resulta gravísimo que el proyecto de ley, en su art. 6º, autoriza a la Unidad de Información Financiera (UIF) que depende del Poder Ejecutivo a que mediante una simple disposición administrativa proceda al congelamiento de activos vinculados a las “acciones delictivas previstas”. De aprobarse el proyecto ya no se requerirá una decisión judicial, si no una simple comunicación al juez de turno una vez que la medida se efectivizó.
Contexto en el cual se enmarca la sanción de la ley antiterrorista.
El peligro que entraña esta legislación debe medirse asimismo con referencia al contexto en el cual se sanciona. En los últimos ocho años la criminalización de la protesta social se ha profundizado al punto tal que no existe lucha obrera, estudiantil, ambiental, social o política que no tenga como consecuencia la apertura de una causa penal contra los militantes más visibles de cada momento. No podemos olvidar la querella penal que inició Cristina Fernández de Kirchner contra los asambleístas de Gualeguaychú a quienes acusó por el delito de sedición atentado contra el orden democrático, más otros 12 delitos que contemplan prisión efectiva. Tampoco podemos pasar por alto las declaraciones de la Presidenta cuando trata a los reclamos de los trabajadores como extorsivos.
A esta política nacional de criminalizar la protesta, se ha sumado la utilización de patotas contra quienes luchan como ocurrió en el Hospital Francés, en el INDEC, en la Legislatura contra los maestros, y en las luchas de los tercerizados del Ferrocarril Roca en la cual fue asesinado Mariano Ferreyra, por citar sólo algunos ejemplos. Por otra parte la represión directa ha crecido exponencialmente tanto en cantidad como en brutalidad. Basta recordar la represión policial a los trabajadores de Kraft en el 2009, la represión a la comunidad qom en la colonia La Primavera en Formosa en la cual fue asesinado Roberto López y en otro hecho el mismo día Mario López, la represión en el Parque Indoamericano que dejó un saldo de tres asesinados (Bernardo Salgueiro, Rosemary Chura Puña y Emilio Canaviri), la represión en Libertador San Martín en Jujuy en la cual fueron asesinadas cuatro personas (Ariel Farfán, Juan José Velázquez, Félix Reyes y Alejandro Farfán (Libertador, Jujuy) y el asesinato a sangre fría de Cristian Ferreira en Santiago del Estero.
Parte del contexto es la interpretación que realizan las autoridades de las distintas luchas sociales. En este punto no podemos olvidar la querella penal que inició la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner contra los asambleístas de Gualeguaychú a quienes acusó por el delito de sedición atentado contra el orden democrático, más otros 12 delitos que contemplan prisión efectiva. De sediciosos a terroristas hay sólo un paso. Tampoco podemos pasar por alto las declaraciones de la Presidenta cuando trata a los reclamos de los trabajadores como extorsivos.
Una ley contra el pueblo.
Debe destacarse que esta ley es promovida (como también lo fue la sanción de la ley 26.268) a pedido del Departamento de Estado de Estados Unidos a través del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), y se enmarca en la sanción y aplicación de Legislaciones Antiterroristas a nivel continental para la persecución y criminalización de la lucha social.
Esta ley no está pensada ni sancionada en pos de resolver ninguno de los problemas que enfrenta el pueblo argentino. Tampoco está destinada a lograr el esclarecimiento de los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel. Hay que dejar bien en claro que no es necesaria la sanción de ninguna legislación especial para hacer justicia y resolver estos atentados contra el pueblo argentino.
Las leyes antiterroristas son un elemento fundamental para generar disuasión, miedo y rotura de los lazos sociales entre los más decididos luchadores que llevan adelante políticas reivindicativas o reclamos sociales y el resto del entramado social. La posible privación de libertad por un lapso prolongado, el ser calificado de “terrorista”, el ser perseguido con saña por el aparato estatal, el ser demonizado por los medios de comunicación, generan miedo. En realidad, la Ley Antiterrorista provoca terror y constituye una herramienta de persecución estatal a la lucha tanto en el plano jurídico como simbólico.
Por estos fundamentos nos oponemos a la sanción del proyecto de ley antiterrorista y exigimos la derogación de la ley 26.268, y llamamos a toda la población a manifestarse y movilizarse en contra de esta legislación represiva y antipopular en defensa de las más amplias libertades públicas por las que el pueblo argentino luchó y seguirá luchando.