Artículo 1°.- Denomínase “Gaucho Rivero” a la calle hasta ahora denominada “Ramón L. Falcón”.
Art. 2°.- Cúmplase con lo dispuesto en los artículos 89º y 90º de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Art. 3º.- Comuníquese, etc.
Fundamentos
Sra. Presidenta:
¿Por qué “Gaucho Rivero”?
La cuestión de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas recobra un valor fundamental en estos días y en especial en este año. Se cumplen 30 años de la guerra y con ello la necesidad de múltiples iniciativas que vayan en el sentido de fortalecer la conciencia y la vigencia de nuestro reclamo de soberanía sobre las islas.
Estamos hablando de un territorio enorme, repleto de recursos naturales, con una ubicación geopolítica clave en la proyección antártica y el cruce interoceánico. Desde lo geográfico y desde las demostraciones políticas de la historia es vastamente reconocido como territorio argentino. Como contrapartida, en numerosas oportunidades ha sido usurpado por las fuerzas militares británicas y de otros países imperialistas, y su ocupación completa perdura hasta hoy.
Gran Bretaña, sostenedora del enclave colonial, y los habitantes que desde hace decenas de años han instalado artificialmente en las islas, no tienen ningún derecho a usurpar parte del territorio de nuestro país. Es por ello que cada acción al respecto debe ser una demostración de nuestro sentir y de la importancia reivindicatoria de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas y todo el archipiélago sur.
En esta perspectiva y con la idea de recordar y destacar a aquellos héroes que en pos de nuestra soberanía han defendido las islas de la usurpación británica, delineamos este proyecto. En estos últimos años hemos participado de numerosos actos y eventos reivindicatorios de aquellos soldados que han dado su vida al servicio de esta causa. Esta cuestión no debe abandonarse, sino ser reforzada con el recuerdo de quienes silenciosamente, sin otro objetivo que la obligación patriótica y el llamado del momento histórico, pasaron de ser personas comunes a héroes de la patria.
En la historia de la defensa de nuestras Malvinas existe un hito que muestra cómo esas personas comunes interpretan la necesidad histórica de la patria y dan por ella la vida. Es el caso del gaucho entrerriano Antonio Rivero. Nació en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, el 27 de noviembre de 1808. En 1827 fue llevado a las Islas como peón por el entonces gobernador de dicho territorio, Luis Vernet, junto a otros gauchos e indígenas. Desde ese momento, un vivo descontento cundía entre los peones de Vernet en razón de la explotación a que eran sometidos en las Islas.
En enero de 1833, la corbeta Clío usurpa las Islas y deja a cargo de ellas a William Dickson. Esta situación se completa con la renuncia del gobernador Vernet, en marzo de ese año, debido a sus relaciones comerciales con los ingleses. El enojo entre los peones de las Islas creció. Además, la paga que se les abonaba no era en dinero sino en vales emitidos por el propio ex-gobernador, y que para colmo Dickson, que oficiaba a la vez de despensero de la colonia, no aceptaba. Por otra parte, les prohibían matar ganado manso para alimentarse, obligándolos a cazar animales chúcaros. La bronca se hizo indignación cuando tras la usurpación comprobaron que los explotadores actuaban en perfecta armonía con los extranjeros que izaban la insignia británica.
Lo cierto es que el 26 de agosto de 1833 un grupo de ocho peones, gauchos e indios, todos ellos analfabetos, acaudillados por el gaucho Rivero, se sublevó y atacó a los encargados del establecimiento. En ese enfrentamiento armado se produce la baja de cinco usurpadores al servicio de la corona británica, entre ellos el capataz Simon y el despensero Dickson. Luego los sublevados se instalaron en la vivienda principal, arriaron la bandera inglesa e izaron la azul y blanca.
En los días subsiguientes, el resto de los colonos ingleses cuyas vidas habían sido respetadas pudieron escapar y permanecieron refugiados en el pequeño islote Peat. Así, ambos grupos vivieron separados durante varios meses, sufriendo avatares diversos. Finalmente, en los primeros días de 1834, dos buques británicos llegan a la Isla Soledad para recuperarla de la “usurpación” y organizan una partida armada para capturar a los gauchos, quienes a su vez sufren traición y deserción antes de huir al interior de la isla.
No les resultó fácil la tarea a los ingleses, que necesitaron enviar varias expediciones. Por fin logran apresar a los peones, engrillarlos y conducirlos detenidos a Gran Bretaña para ser juzgados. Allí permanecen presos por varios meses hasta que el Ministerio Fiscal, estudiados los antecedentes del caso, le aconseja al Almirantazgo dejarlos en libertad y embarcarlos de vuelta a Buenos Aires, lo que así ocurre.
Muchos historiadores aseguran que el Gaucho Rivero luchó luego en lo que conocemos como la Vuelta de Obligado, otra referencia histórica en defensa de nuestra soberanía nacional.
Estos hechos muestran cómo personas corrientes -y para muchos historiadores, marginales- como lo fue el gaucho Rivero, ante las necesidades de la patria, asumen los desafíos y se convierten en personas de importancia clave al momento de recordar la cronología histórica en defensa de nuestro territorio contra la usurpación imperial.
Los meritos de este patriota argentino se pueden sintetizar así:
Impedir que la bandera inglesa flameara en las Islas Malvinas desde el 26 de agosto de 1833 hasta el 10 de enero de 1834.
Haber conducido un levantamiento heroico, dirigiendo a simples peones que arriesgaron su vida contra los usurpadores.
Derrotar al representante inglés y a todos aquellos que obedecían sus órdenes.
Haber defendido las Islas contra varias expediciones inglesas que quisieron doblegarlos y no pudieron pese la superioridad numérica de hombres. Esto obligó a la corona inglesa a un costo dinerario y de fuerza impensable para ellos, ya que debieron duplicar y hasta triplicar sus esfuerzos para asegurar una nueva usurpación.
Protagonizar un verdadero acto de heroísmo, que el compromiso con la legítima causa de Malvinas nos llama a reivindicar.
El nombre del Gaucho Rivero merece, entonces, estar en una calle de nuestra Ciudad para recordarnos todos los días lo extraordinario de algunas personas “ordinarias” cuyo protagonismo pasa a la historia porque saben responder cuando la Patria los necesita. Si lográramos que lo extraordinario se volviera cotidiano, otra sería nuestra historia.
¿Por qué no Ramón L. Falcón?
Entendemos que sobran argumentos. Cuatro hechos paradigmáticos nos brindan una buena síntesis del rol histórico de Falcón, fiel mandadero de las clases dominantes de la época, quien también fuera diputado y hasta senador nacional.
Egresado del Colegio Militar en 1873, durante la mal llamada Campaña del Desierto -ya que el supuesto “desierto” no era tal- liderada por el general Julio Argentino. Roca, el joven militar Ramón Lorenzo Falcón participó activamente en la persecución y el asesinato de pueblos originarios: un verdadero genocidio. A su regreso, en 1898, se retiró con el grado de coronel.
En 1906, el gobierno de Figueroa Alcorta lo designó como jefe de la policía de la Ciudad de Buenos Aires, fiel al principio de que ese cuerpo represivo debía ser conducido por un militar. Se recuerda su especial ensañamiento contra el periódico anarquista La Protesta, que tenía amplia influencia entre las clases populares. Estando el país en estado de sitio como consecuencia del alzamiento radical, Falcón ordenó la represión de los actos realizados por los sindicatos el 1º de Mayo: lanzó un cuerpo de 120 policías a caballo contra la manifestación obrera, los que a balas y sablazos causaron numerosos muertos y heridos.
Apenas un año después de ser designado, estalla en la Ciudad una gran huelga de inquilinos en los conventillos. Había unos 2.000 de ellos, en donde se alojaban más de 150.000 personas. Por primera vez en la historia la huelga fue promovida por mujeres y el símbolo de la lucha fue la escoba “para barrer la injusticia”. Las amas de casas salieron a la calle exigiendo alquileres más bajos y mejores condiciones sanitarias. Tras una negociación fallida, Falcón comandó la represión a sable y rebenque contra hombres, mujeres y niños. Se desalojó violentamente a palos y manguerazos a humildes familias, hubo decenas de detenidos y fue asesinado el joven anarquista Miguel Pepe, de apenas 15 años.
El 1º de mayo de 1909, Falcón comandó la represión de la policía montada contra la manifestación convocada por la FORA en Plaza Lorea. El saldo fue de 11 muertos y 105 heridos, muchos de los cuales fallecieron en los días siguientes elevando el total de muertos a casi 80. El 4 de mayo, cerca de 60.000 personas esperaban en la morgue los féretros de los obreros asesinados para acompañarlos hacia el cementerio de Chacarita. La policía arrebata los féretros a la fuerza para impedir el multitudinario cortejo fúnebre. Igualmente, unos 4.000 militantes intentan llegar al cementerio y la policía, siempre al mando de Falcón, dispersa la manifestación a balazos. Se clausuraron los locales sindicales de anarquistas y socialistas, así como los periódicos La Vanguardia y La Protesta. Así fue lo que pasaría a la historia como la “Semana Roja”, de lucha y de sangre.
El 16 de noviembre de 1909, dos días después de ser asesinado Ramón Falcón por el joven anarquista Simón Radowitzky, el Concejo Deliberante porteño cambió el nombre de la antigua calle Unión y le impuso el de este personaje.
Sin embargo, las ruedas de la historia no se detienen y los enormes logros democráticos conquistados por nuestro pueblo en el terreno de los derechos humanos nos permiten nuevas lecturas. Ya en abril de 2011, la ministra nacional de Seguridad, Nilda Garré, por ejemplo, quitó el nombre de Ramón L. Falcón de la Escuela de Cadetes de la Policía Federal Argentina.
A más de un siglo de aquellos hechos, y de cara al 30º aniversario de la Guerra de Malvinas, es hora, creemos, de dar un paso de memoria, verdad y justicia avanzando con este proyecto para homenajear al Gaucho Rivero.