Publicado en Alternativa Socialista Nº 590
Alejandro Bodart, diputado de la Ciudad por el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST)
No siento alegría, ni tristeza. Respeto las creencias y sentimientos de quienes festejan, aunque sin compartirlos porque soy de izquierda y ateo militante. Lo que sí cabe son reflexiones políticas. Hace 600 años que no hay un Papa no europeo. Es evidente que se trata de un hecho histórico, no celestial sino terrenal. La asunción de un Papa polaco a poco de iniciada la rebelión en el Este europeo no fue casual ni inocente. Tampoco lo es ésta.
Latinoamérica vive desde hace años vientos de cambios sociales y políticos. Y el Vaticano, que además sufre un enorme descrédito, necesita mostrar otro rostro y a la vez lograr mayor ingerencia, al menos en las tierras donde vive casi la mitad de sus bases. ¿Qué mejor que un Papa austero y del fin del mundo?
Bergoglio tuvo actitudes de apertura hacia problemas sociales como la trata, la corrupción estatal e incluso reclamos sindicales. Pero en los temas más estructurales, que hacen al dominio económico e ideológico clerical, sostiene las posturas medievales de siempre: custodia de la educación religiosa, cruzada contra el matrimonio igualitario, combate al derecho al aborto.
Bergoglio fue denunciado por haber negado, bajo la dictadura, cobertura a curas de su propia orden luego secuestrados y torturados. Para tapar hechos, el Vaticano habla de campañas. Si uno de esos curas hace poco se reconcilió es porque antes no lo estaba. Y decir, como lo dijo Bergoglio, que supo de los secuestros de bebés recién por el año 2000 es un insulto a la inteligencia. La cúpula católica fue una apoyatura clave del genocidio, la deuda externa y la entrega.
Los primeros gestos de Francisco confirman un giro, cuyos alcances dirá el tiempo. Como es obvio, un Papa argentino tendrá incidencia en la política nacional y muchos buscan colgarse de su sotana. Esa presión llega también al gobierno K, donde se desmarcan aguas.
Francisco encabeza una institución reaccionaria que no dejará de serlo. Contra él, y contra la dirigencia política que comparte sus puntos, hay que seguirla por el derecho al aborto, separar la Iglesia del Estado y anular los subsidios a las escuelas confesionales y demás privilegios. La “Iglesia pobre y para los pobres” no va a cuestionar jamás la base del sistema capitalista, donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.