La invasión rusa ha dividido aguas en la izquierda mundial. Desde la LIS hemos aportado nuestros puntos de vista en varias declaraciones y artículos. En este material voy a desarrollar el encuadre teórico y político que la izquierda debe tener para actuar de manera principista y aportar a la construcción de una alternativa revolucionaria en Ucrania y el Este de Europa, algo que gran parte de la izquierda que se considera a si misma como revolucionaria ni siquiera se plantea.
La caracterización de la guerra y los bandos en disputa
La guerra en Ucrania ha combinado desde su inicio dos procesos al mismo tiempo. Por un lado, la justa defensa de su soberanía por parte de Ucrania y, por otro, la agudización de los roces inter-imperialistas entre las potencias de la OTAN y los imperialismos emergentes de Rusia y China. La incomprensión de este doble carácter de la guerra, sus ritmos y la perspectiva más probable es la base de las confusiones que reinan en una parte importante de la izquierda.
La izquierda campista, neo-estalinista y sectores marginales del trotskismo se han alineado abiertamente con la Rusia imperialista de Putin. Cabalgan sobre el odio de las masas al imperialismo americano y a la OTAN. Este sector no merece más que el repudio por parte de todo revolucionario consecuente, ya que cualquiera sea la caracterización de la guerra actual nada justifica su alineación detrás de una potencia capitalista opresora de pueblos y con un régimen tan reaccionario como el ruso. Para justificarse, algunos llegan al ridículo de negar el carácter capitalista de Rusia, otros propagandizan la fábula de que es Rusia y no Ucrania la principal víctima de la guerra. Todas estas organizaciones son correa de transmisión de las mentiras que emanan del enorme aparato propagandístico de Moscú.
Otro sector de la izquierda, entre ellos varias corrientes del trotskismo, levantan una política abstencionista y llaman al derrotismo en Rusia… y en Ucrania. Se niegan a caracterizar a Rusia como imperialista, aunque tienen la contradicción de que caracterizan a la guerra como inter-imperialista y actúan en consecuencia o aplican una política como si lo fuera. Objetivamente y más allá de las intenciones, este sector también termina siendo funcional a la Rusia de Putin y, si la guerra evolucionara hacia una verdadera confrontación militar con la OTAN, no sería de extrañar que tiraran por la borda su derrotismo y se alinearan con Rusia y China.
Para darle cierta autoridad a sus posiciones estas izquierdas suelen citar a Lenin, refiriéndose a la guerra de Austria contra Serbia, que marcó el inicio de la Primera Guerra Mundial el 28 de julio de 1914. Lenin, en un escrito de un año después de iniciada la guerra mundial[1], explica por qué la agresión austríaca a Serbia no puede ser vista aislada de la I Guerra Mundial que se desarrollaba y, por lo tanto, la política a nivel mundial que debían llevar adelante los revolucionarios debía ser el derrotismo revolucionario. La diferencia con la situación actual es que a cuatro meses, la invasión rusa no se ha transformado en la Tercera Guerra Mundial y todavía no está definido que avance en ese sentido a corto plazo. Por eso, aunque es parte de la agudización de las tensiones inter-imperialistas y la nueva guerra fría en la que estamos inmersos, no la podemos definir todavía como el comienzo de una confrontación militar mundial abierta. Para evitarla, el imperialismo americano y europeo se ha cuidado de intervenir directamente con sus ejércitos y Rusia todavía no avanzó sobre ningún país de la OTAN. Por eso es un error definirla en estos momentos como guerra inter-imperialista y no apoyar a la resistencia ucraniana.
El mismo Lenin, hablando de la agresión austríaca, a Serbia nos aclara su punto de vista: “El único elemento nacional de la guerra presente es la lucha de Serbia contra Austria… Sólo en Serbia y entre los serbios es donde tenemos un movimiento de liberación nacional que cuenta con muchos años de existencia, que abarca a millones de seres -a las ‘masas populares’- y cuya ‘continuación’ es la guerra de Serbia contra Austria. Si esta guerra fuese una guerra aislada, es decir, si no estuviese ligada a la guerra europea, a los objetivos egoístas y rapaces de Inglaterra, Rusia, etc., todos los socialistas estarían obligados a desear el triunfo de la burguesía serbia: ésta es la única conclusión acertada y absolutamente necesaria que se deduce del elemento nacional de la guerra presente. ¡Y ésta es precisamente la que no hace el sofista Kautsky, que hoy día se encuentra al servicio de los burgueses, de los clericales y de los generales austriacos!…
En concreto, Lenin nos explica que, si no estuviera la guerra mundial de por medio, él apoyaría sin dudar a Serbia. Hoy, cuando no tenemos una guerra mundial declarada y no está claro si finalmente esto sucederá en el próximo período, es una obligación apoyar a la nación agredida, donde existe “un movimiento de liberación nacional…”, y que “abarca a millones de seres -a las masas populares-…”
La guerra actual tampoco se da entre dos estados capitalistas más o menos similares. Rusia es una potencia, para nosotros imperialista, como hemos demostrado y documentado en varias elaboraciones de nuestra corriente[2], y Ucrania es un país capitalista atrasado, semicolonial.
La invasión rusa tuvo como objetivo someter a Ucrania contra su voluntad y recuperarla para su zona de influencia, eliminar su relativa independencia y arrebatarle parte de su territorio. Los trabajadores y el pueblo de Ucrania tienen todo el derecho a defenderse y responder militarmente al invasor. Es una guerra justa[3], en defensa de su derecho a la autodeterminación. Por eso es una obligación de los socialistas revolucionarios apoyar ese movimiento de liberación nacional, colaborando con todo lo que esté a nuestro alcance para derrotar al invasor. En esta guerra no podemos ser neutrales, abstencionistas o llamar al derrotismo de Ucrania. Debemos estar por la derrota de Rusia. No puede haber ambigüedades en este sentido. La derrota de Rusia sería un triunfo revolucionario que tonificaría al movimiento obrero ruso y de todas las nacionalidades oprimidas por éste, comenzando por el ucraniano. Es falso lo que pregonan los campistas acerca de que una posible derrota rusa por parte de la resistencia ucraniana sería un triunfo de la OTAN. La OTAN, que estaba completamente desprestigiada y debilitada antes de la guerra, se ha fortalecido enormemente gracias a Putin. La agresión y las brutalidades contra el pueblo ucraniano por parte de Rusia les han permitido revitalizarse, armarse hasta los dientes, terminar con la neutralidad de Suecia y Finlandia y presentarse como “salvadores” ante millones.
El verdadero debate con la izquierda que no apoya la resistencia ucraniana es sobre la existencia o no de un imperialismo mejor que otro. Estos sectores, abierta o vergonzantemente, terminan apoyando al imperialismo ruso. Nosotros somos claros: estamos en contra de todos los imperialismos. Por eso, además de darle nuestro apoyo a la resistencia ucraniana en el plano militar contra el imperialismo ruso, denunciamos el intento del imperialismo americano y europeo de aprovechar la guerra para avanzar con sus garras sobre el Este y los países de la ex Unión Soviética. Por eso nuestro apoyo en el plano militar a la resistencia ucraniana no implica ningún apoyo político ni colaboración con el gobierno neoliberal de Zelensky. Apoyamos militarmente a la resistencia desde una posición de clase y políticamente independiente y delimitada de la burguesía ucraniana.
Hacemos todo esto porque la liberación nacional de Ucrania no es la única tarea que tenemos que llevar adelante los revolucionarios en este conflicto. Se impone también una campaña sistemática contra el imperialismo occidental y la OTAN, contra la Unión Europea y EE.UU., que están utilizando la guerra para reposicionarse política y militarmente en la región, debilitando todo lo posible a Rusia mientras profundizan la guerra comercial con China, lo que aumenta día a día la amenaza de que en un futuro cercano el mundo sufra las consecuencias impredecibles de una guerra de alcance internacional. No llevar adelante esta denuncia permanente del imperialismo occidental en todo el mundo, incluida Ucrania, también sería un error muy grande y una claudicación, en este caso a EE.UU. y la UE.
Y si alguno de los países imperialistas de la OTAN le declarase la guerra a Rusia, sea por la causa que sea, todo el conflicto cambiaría de carácter. Si esto finalmente sucediera, la nueva guerra fría actual se transformaría en una Tercera Guerra Mundial. Ahí sí entraríamos en un conflicto armado inter-imperialista y tendríamos que adecuar nuestra política y orientación a la nueva situación: quedaría en un segundo plano la lucha de liberación ucraniana y pasaría a ser el eje ordenador el enfrentamiento a la guerra imperialista. Pero por ahora ninguno de los “campos” imperialistas quiere avanzar en ese camino. Del lado del imperialismo occidental existen diferencias importantes sobre el camino a seguir. Hay sectores de la UE que quieren terminar el conflicto cuanto antes, incluso si esto implica que Ucrania ceda territorios, por el costo económico enorme que les ha acarreado y el miedo de que esto evolucione hacia una situación social explosiva, mientras que otros como EE.UU. y Gran Bretaña pretenden profundizar el cerco sobre Rusia para desgastarla lo más posible y evitar que China se decida a seguir su mismo camino. Esto no significa que las tensiones no hayan alcanzado un punto crítico o que más allá de las intenciones de los protagonistas no se les pueda ir de las manos. No podemos minimizar el enfrentamiento. La nueva guerra fría que se ha iniciado tarde o temprano puede evolucionar hacia una nueva conflagración mundial, única salida para definir si el imperialismo yanky sigue siendo hegemónico, se consolida un orden mundial bipolar o surge China como nuevo gendarme mundial.
Hay corrientes que minimizan por completo los roces ínter-imperialistas. Algunos han llegado a escribir que no existía ninguna guerra fría ni roces importantes entre las superpotencias. Incluso algunas de estas organizaciones tienen una ubicación correcta en relación a la resistencia ucraniana, pero al no ver el otro componente de la guerra terminan teniendo una orientación unilateral, claudicante frente a la OTAN.
Desde la LIS, en todos los países donde tenemos militantes, desde el primer día de la guerra además del apoyo al pueblo trabajador ucraniano hemos expresado claramente nuestro repudio a la injerencia de la OTAN en el Este europeo, exigiendo la disolución tanto de ésta como de la OTSC[4]. Desde Ucrania hemos llamado a la unidad de los trabajadores rusos y ucranianos, y desde Rusia y los países de su zona de influencia hemos impulsado la movilización contra Putin y la guerra.
Ucrania y su camino a la independencia
Rusia fracasó en su objetivo de un triunfo rápido que le permitiera tomar el control del país e imponer un gobierno títere debido a la resistencia masiva de la población, incluso de los rusos étnicos y parlantes. Esto obligó al ejército ruso a replegarse y concentrarse en intentar controlar el sur de Ucrania y la región del Donbáss en el Este[5]. La combatividad y valentía de la resistencia tiene que ver con un arraigado sentimiento nacionalista que es muy importante conocer para entender a la sociedad ucraniana, al movimiento obrero y tener una política revolucionaria lo más correcta posible.
A lo largo de su historia, Ucrania ha sufrido la invasión de su territorio por parte de distintas potencias. A diferencia de otros estados que se fueron constituyendo como tales a su alrededor, el territorio ucraniano fue dividido y oprimido por otros estados. Desde el siglo XVII se consolidó la influencia del Imperio Ruso en la parte oriental de su territorio y la parte occidental fue ocupada sucesivamente por Polonia y el Imperio Austríaco. En todos esos años, la lucha por lograr su integridad territorial y defender su idioma y acervo cultural fue dándole forma a un movimiento nacionalista que se fue haciendo cada vez más fuerte.
El ascenso de la izquierda revolucionaria a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en la región, que llevaría al colapso del imperio de los zares y el triunfo de los bolcheviques, fue uniendo en las masas ucranianas las aspiraciones nacionales a la lucha por la construcción de una sociedad sin clases, socialista. Lenin y los bolcheviques fueron los únicos que defendieron el derecho a la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas desde una perspectiva internacionalista y por eso se transformaron en la fuerza determinante entre los trabajadores y las masas ucranianas. Esto decía Lenin en 1914: “Formar un Estado nacional autónomo e independiente sigue siendo por ahora, en Rusia, tan sólo privilegio de la nación rusa. Nosotros, los proletarios rusos, no defendemos privilegios de ningún género y tampoco defendemos este privilegio. Luchamos sobre el terreno de un Estado determinado, unificamos a los obreros de todas las naciones de este Estado, no podemos garantizar tal o cual vía de desarrollo nacional, vamos a nuestro objetivo de clase por todas las vías posibles. Pero no se puede ir hacia este objetivo sin luchar contra todos los nacionalismos y sin propugnar la igualdad de todas las naciones. Así, por ejemplo, depende de mil factores, desconocidos de antemano, si a Ucrania le cabrá en suerte formar un Estado independiente. Y, como no queremos hacer ‘conjeturas’ vanas, estamos firmemente por lo que es indudable: el derecho de Ucrania a semejante Estado. Respetamos este derecho, no apoyamos los privilegios del ruso sobre los ucranios, educamos a las masas en el espíritu del reconocimiento de este derecho, en el espíritu de la negación de los privilegios estatales de cualquier nación.”[6]
El apoyo de los bolcheviques al derecho a la autodeterminación de las nacionalidades fue uno de los pilares que permitieron el triunfo de la Revolución Rusa, junto a la política contra la guerra imperialista y el apoyo a las luchas de los obreros y campesinos pobres. Y fue gracias al triunfo de la Revolución Rusa que surgió el primer Estado ucraniano independiente en 1919: la República Socialista Soviética de Ucrania, que pasó a formar parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) desde su fundación en 1921.
Sin embargo, el largo peregrinar por su derecho a ser una nación independiente, lejos de haber terminado, retomaría rápidamente fuerza renovada. Son de público conocimiento de todo marxista mínimamente instruido los acalorados debates que se dieron en el seno del bolchevismo sobre la política a seguir frente a las distintas nacionalidades que conformaban la Unión Soviética y en particular hacia Ucrania. Los militantes comunistas ucranianos junto a Lenin y Trotsky dieron una batalla política contra Stalin, en ese momento Comisario de Nacionalidades, quien intentó avasallar la independencia de la recientemente creada República Soviética Ucraniana. El triunfo de Lenin en esta polémica sentó las bases, que luego se trasladarían a la primera Constitución Soviética, de la política que debían tener los revolucionarios hacia las nacionalidades: pleno derecho a su autodeterminación nacional, que incluía el derecho a su independencia y a separarse de la Unión Soviética, a la cual cada república se unía libremente sin ningún tipo de coacción.
Así se dirigía Lenin a los obreros y campesinos ucranianos en 1919: “La independencia de Ucrania ha sido reconocida, tanto por el Comité Ejecutivo Central de la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética Rusa) como por el Partido Comunista de los bolcheviques de Rusia. Es, por lo tanto, evidente y por todos reconocido que sólo los propios obreros y campesinos de Ucrania pueden decidir y decidirán en su Congreso de Soviets de Ucrania, si Ucrania se fusionará con Rusia o si será una república separada e independiente, y en este último caso, qué vínculos federativos habrán de establecerse entre esa república y Rusia…
Los trabajadores no deben olvidar que el capitalismo ha dividido a las naciones en un pequeño número de grandes potencias opresoras (imperialistas), naciones libres y soberanas, y una inmensa mayoría de naciones oprimidas, dependientes y semidependientes, no soberanas. La archicriminal y archirreaccionaria guerra de 1914-1918 acentuó esta división, enconando con ello los odios y rencores. Durante siglos se fue acumulando la indignación y la desconfianza de las naciones no soberanas y dependientes hacia las naciones dominantes y opresoras, tal como Ucrania hacia naciones como la Gran Rusia.
Queremos una unión voluntaria de naciones –una unión que excluya toda coerción de una nación sobre otra-, una unión que se base en la más plena confianza, en un claro reconocimiento de unidad fraternal, en un consentimiento absolutamente voluntario…
Entre los bolcheviques hay partidarios de la independencia total de Ucrania, partidarios de una unión federativa más o menos estrecha y partidarios de la fusión total de Ucrania con Rusia. No debe haber divergencias por estos problemas. El Congreso de Soviets de Ucrania los resolverá.”[7]
Unos años después, cuando todavía la década del ’20 no había concluido, la contrarrevolución estalinista comenzaría a revertir poco a poco todo esto hasta transformar a la Unión Soviética en una nueva cárcel de pueblos. Hubo una encarnizada resistencia por parte de los bolcheviques auténticos y la oposición de izquierda a este giro thermidoriano que abarcó a todos y cada uno de los cimientos y principios del Estado obrero fundado por Lenin y Trotsky. La respuesta de la burocracia fue una represión brutal. En sucesivas purgas, toda la vieja guardia bolchevique que había sobrevivido a la revolución y la guerra civil fue asesinada en la década del ’30 o confinada hasta morir en los campos de concentración que florecieron por toda la URSS.
La burocracia triunfante se ensañó especialmente contra los principales dirigentes y cuadros ucranianos del PC que habían defendido el derecho a la autodeterminación en los debates de la naciente Unión Soviética. La militancia comunista ucraniana fue diezmada en los años ’30, sus dirigentes asesinados y por decenas de miles arrestados y enviados a morir en los campos del GULAG[8]. Se calcula que para finales de los años ’30 el PC en la Ucrania Soviética se había reducido a la mitad. La misma suerte corrieron todos aquellos que trataron de oponerse a la política que emanaba de la nueva Gran Rusia, esta vez con un falso ropaje socialista. La colectivización forzada de Stalin provocó en Ucrania una hambruna entre los años 1932 y 1934 en la que murieron millones de personas. La rusificación se impuso con más fuerza en Ucrania que en otras nacionalidades, se volvió a imponer el idioma ruso y se comenzaron a remplazar las autoridades institucionales por rusos enviados desde el Kremlin. Además se fomentó la implantación de población rusa en el este y sur de Ucrania. Y cuando 1939 se anexó la parte ucraniana que había quedado en poder de Polonia, se disolvió al PC de esa región, que hasta ese momento era parte de la III Internacional, que luego fue disuelta también. Se había impuesto la teoría del socialismo en un solo país, y todo pasó a estar en función de las necesidades de la burocracia que centralizaba todo desde Moscú. Nada de esto pudo terminar con la resistencia al opresor, aunque la misma fue configurándose de manera completamente distinta a la de fines del siglo XIX.
El vació que dejo el Partido Comunista en Ucrania al transformarse en la herramienta del Estado opresor, poco a poco lo comenzarían a ocupar organizaciones nacionalistas de extrema derecha[9], que en oposición al régimen estalinista y su falso socialismo tomaron una orientación abiertamente pro-capitalista. En las décadas siguientes, el odio contra el estalinismo y lo que consideraban que emanaba del marxismo ruso fue configurando la conciencia de una parte importante del movimiento de masas y de la clase obrera ucraniana.
No se puede entender por qué el nacionalismo ucraniano ganó mucho peso durante el “reinado” de Stalin, su derechización y todo lo que paso después de la caída de la Unión Soviética sin analizar cómo se fueron dando los acontecimientos. Tampoco se puede responsabilizar al movimiento obrero por sus confusiones y el retroceso que sufrió en su conciencia, ya que esto fue provocado por décadas de barbarie estalinista.
En un mundo donde todavía quedan muchas viudas del estalinismo, es preciso refrescar permanentemente el rol monstruoso que jugó el mayor aparato contrarrevolucionario al interior del movimiento obrero que ha existido. Y también, que los burócratas que estuvieron al frente del mismo hasta los ’90, hoy se han reciclado y son los oligarcas y funcionarios que dirigen los Estados donde se restauró el capitalismo, como es el caso de Rusia y China.
El nacionalismo ucraniano del siglo XXI
La cínica propaganda rusa, que ha confundido a una parte de la izquierda, intenta que se crea que todo el pueblo ucraniano es de extrema derecha y que los nazis son una fuerza de masas en Ucrania. Esto es falso.
Existen nazis, como en Rusia y la mayoría de los países europeos, cuya representatividad electoral nunca superó el 2%, y acaban de sufrir la perdida de la mayoría de su brazo armado, el Batallón Azov[10]. Pero también existe una corriente anarquista que formó su propio batallón para combatir a los rusos y otras pequeñas organizaciones de izquierda, como el Movimiento Social y nuestra Liga Socialista Ucraniana. También varias pro-rusas, estalinistas, que fueron ilegalizadas.
Aunque actualmente no existe un partido o movimiento nacionalista organizado con peso de masas, es importante tener en cuenta que, al ser una nacionalidad oprimida por más de un siglo, en el movimiento de masas es muy fuerte la reivindicación de su identidad nacional. La guerra llevó esto a su máxima expresión y de allí la combatividad de todo el pueblo contra el invasor.
Como bien explicaba Lenin, no es lo mismo el nacionalismo en las masas de las naciones opresoras, profundamente reaccionario, que el nacionalismo de las naciones oprimidas, que es más contradictorio ya que expresa un compromiso con la lucha por su liberación nacional. Nosotros, que somos internacionalistas debemos comprender este fenómeno, no dejar que lo capitalice únicamente la derecha y disputarle las masas y su vanguardia más combativa, demostrándoles en la práctica que estamos y estaremos en la primera línea de combate en la lucha por la liberación nacional contra todo tipo de opresión externa. Solo así lograremos que nos escuchen y ganar autoridad para desarrollar todo nuestro programa, que por supuesto no se agota allí sino que se combina con las tareas que nos lleven a un cambio económico y social, a un gobierno de las y los trabajadores que dé inicio a un verdadero socialismo.
En algunas organizaciones de izquierda, sobre todo si son de países imperialistas o de naciones que oprimen a otros pueblos, existe una incomprensión total sobre el peso fundamental que tienen las tareas antiimperialistas y democráticas en los países semicoloniales y oprimidos.
La defensa del derecho a la autodeterminación de los pueblos y la lucha contra todo tipo de opresión nacional es una parte esencial del programa de la revolución socialista. No comprender esto es criminal e implica romper con la tradición del marxismo revolucionario.
En Ucrania, donde el pueblo libra una guerra justa contra la invasión de su territorio por parte de una potencia como Rusia, ser revolucionario consecuente implica apoyar con todas nuestras fuerzas la resistencia armada contra el invasor, independientemente del carácter burgués y neoliberal del gobierno de Zelensky que es quien dirige esa resistencia. Y la misma orientación tiene que tener toda nuestra internacional. No actuar así, además de ubicarse del lado equivocado de la trinchera, de apoyar de hecho al opresor, implica renunciar a construir una organización socialista revolucionaria en Ucrania y en todas las ex repúblicas soviéticas.
Tenemos que comprender que apoyar militarmente una causa justa, dirija quien dirija, es una obligación y no implica apoyo político alguno ni perder la independencia y que esto es lo que el marxismo verdaderamente revolucionario ha hecho siempre.
Trotsky, que ha escrito mucho sobre cómo deben actuar los revolucionarios en situaciones como éstas, refiriéndose a la guerra entre el Japón imperialista y la China semicolonial, en una carta al pintor mexicano Diego Rivera del 23 de setiembre de 1937 decía lo siguiente: “En mi declaración a la prensa burguesa dije que todas las organizaciones obreras chinas tienen el deber de participar activamente en primera línea en la guerra contra Japón, sin abandonar por un instante su programa y actividad independientes. “¡Pero eso es ‘socialpatriotismo’!, claman los eiffelistas. ¡Es capitular ante Chiang Kai-shek! ¡Es abandonar el principio de la lucha de clases! El bolchevismo predicó el derrotismo revolucionario durante la guerra imperialista. Ahora bien, tanto la guerra española como la guerra chino-japonesa son guerras imperialistas…” Estas cuatro frases, tomadas de un documento eiffelista del 10 de setiembre de 1937 nos bastan para afirmar: aquí estamos tratando con verdaderos traidores o con imbéciles totales. Pero la imbecilidad elevada a tamaña potencia equivale a la traición.
No colocamos ni jamás lo hemos hecho a todas las guerras en el mismo plano. Marx y Engels apoyaron la lucha revolucionaria de los irlandeses contra Gran Bretaña, la de los polacos contra el zar, aunque en ambas guerras los dirigentes eran, en su mayor parte, miembros de la burguesía y aun a veces de la aristocracia feudal… en todo caso, católicos reaccionarios… Pero nosotros, marxistas y bolcheviques, consideramos la lucha del Riff contra la dominación imperialista una guerra progresiva. Lenin dedicó cientos de páginas a demostrar la necesidad básica de hacer la distinción entre naciones imperialistas y naciones coloniales y semicoloniales, que comprenden a la gran mayoría de la humanidad. Hablar de ‘derrotismo revolucionario’ en general, sin distinguir entre países explotadores y explotados, es hacer una caricatura miserable del bolchevismo y poner esa caricatura al servicio del imperialismo…
China es un país semicolonial al que Japón está transformando, ante nuestros propios ojos, en país colonial. La lucha de Japón es imperialista y reaccionaria. La lucha de China es emancipadora y progresiva. Pero, ¿y Chiang Kai-shek? No tenemos que hacernos ilusiones con Chiang Kai-shek, su partido y toda la clase dominante china así como Marx y Engels no se las hicieron con las clases dominantes de Irlanda y Polonia. Chiang Kai-shek es el verdugo de los obreros y campesinos chinos. Pero hoy se ve obligado, contra su voluntad, a luchar contra Japón por lo que resta de la independencia china. Puede que mañana vuelva a traicionar. Es posible. Es probable. Hasta es inevitable. Pero hoy está luchando. Sólo los cobardes, imbéciles totales o canallas, pueden negarse a participar en esa lucha.”
Los sectarios y ultraizquierdistas tienen miedo de ensuciarse con lodo en las trincheras de las guerras justas que muchas veces, como es el caso de Ucrania, se tienen que compartir con derechistas más o menos extremistas. Y por eso deciden no participar, dejando en manos de la derecha la defensa de causas justas y a las masas a su merced. Y después se quejan y por lo general le echan la culpa a las masas, de que la derecha, en sus distintas tonalidades, sea casi la única expresión política visible.
Por estas confusiones y su carácter de clase pequeñoburgués, estas izquierdas terminan abandonando toda intención de construir partido revolucionario en Ucrania, el Este europeo y todo país con procesos complejos. ¡¡¡Y no hay mayor claudicación posible a la burguesía y la burocracia que no construir la herramienta indispensable para la revolución!!!
Nuestra Liga Socialista Ucraniana tiene un año y medio de vida. Es pequeña, con unos pocos compañeros con experiencia, pero esencialmente sindical, y una mayoría de jóvenes en proceso de formación. Está expuesta a múltiples presiones y una represión permanente. Seguramente cometerá muchos errores. Pero es la única organización trotskista en Ucrania con existencia real, la única que pelea por dotar de una alternativa obrera y revolucionaria a las masas, la única que le disputa a la burguesía y la derecha en el terreno, mientras el resto de la izquierda, sigue lo que pasa por la prensa de Putin o la OTAN, desde miles de kilómetros y la comodidad de su hogar.
27-06-2022
[1] La bancarrota de la II Internacional, Lenin, mayo-junio de 1915.
[2] Ver: Putin y el imperialismo ruso, algunos debates, de Sergio García (MST) y ¿Qué es el imperialismo?¿Son imperialistas China y Rusia?, de Gunes Gumus (SEP), ambos de 2022.
[3] Así caracterizaba Lenin este tipo de guerras. El término se lo había escuchado en una ocasión a W. Liebknecht, dirigente del partido socialdemócrata alemán y padre del revolucionario alemán Karl Liebknecht.
[4] OTSC – Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, acuerdo político y militar de Rusia con una serie de repúblicas ex-soviéticas que le son afines.
[5] Al momento de escribir este material el ejercito ruso esta a punto de lograr estos objetivos.
[6] Lenin: El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1º de noviembre de 1914.
[7] Carta a los obreros y campesinos de Ucrania a propósito de las victorias sobre Denikin. Lenin, 1919.
[8] El GULAG era el departamento de interior de la Unión Soviética que creó los campos de trabajo forzado dirigidos por la KGB bajo el régimen estalinista.
[9] En 1929 se formó la Organización Nacionalista Ucraniana y se dividió en 1940 entre los seguidores de Stepán Bandera y Andriy Mélnyk. Los del primero fundaron en 1942 el Ejército Insurgente Ucraniano, que con la bandera de la independencia enfrentó al ejército soviético, se alió a los nazis cuando invadieron la Unión Soviética, luego rompió y enfrentó a ambos. También organizaban linchamientos de judíos y otras atrocidades. Fueron aniquilados en 1960. En la actualidad, dos pequeñas organizaciones dicen ser sus herederos y hay intentos de la burguesía de mostrar a Bandera como héroe de la lucha por la independencia, escondiendo sus crímenes y carácter reaccionario.
[10] La mayoría de los integrantes del tristemente célebre Batallón Azov, formado por barrabravas y de orientación nazi, perdió la vida o fue tomado prisionero por los rusos.