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En los portales de varios medios se anuncia el lanzamiento de una nueva Internacional Progresista que estaría impulsada por intelectuales como Noam Chomsky, Naomi Klein, varios actores, activistas y dirigentes políticos conocidos. En realidad la iniciativa no es nueva y, como veremos, tampoco lo son sus propuestas ni los personajes que la componen.

La creación de esta difusa organización data de diciembre de 2018 y sus impulsores fueron el senador demócrata estadounidense Bernie Sanders y el ex ministro griego de Economía de Syriza Yannis Varoufakis.

Sus objetivos declarados serían «fomentar la unión, coordinación y movilización de activistas, asociaciones, sindicatos, movimientos sociales ante el avance del autoritarismo»(1). Y dicen aspirar a un mundo «democrático, descolonizado, igualitario, liberado, solidario, sostenible, ecológico, pacífico, postcapitalista, próspero y plural»(2). Este compendio de buenas intenciones vendrían a ser sus bases programáticas. Bastante pobretonas si tenemos en cuenta que se presentan pomposamente como una nueva internacional. Para más precisiones habrá que esperar, si la pandemia se los permite, a su próxima reunión de setiembre en Islandia, donde la Primera Ministra Katrín Jakobsdóttir es parte de la movida. Pero recomiendo no hacerse muchas ilusiones.

La generalidad y superficialidad de los objetivos y propuestas son un primer dato muy importante sobre el carácter nada novedoso del discurso de esta «nueva» organización, que se parece como dos gotas de agua al de proyectos de centroizquierda que han nacido y terminado sin pena ni gloria en el pasado reciente. Y si esto fuera insuficiente para terminar de cerrar una caracterización basta con analizar quiénes son los integrantes de su dirección estratégica.

Dime con quién andas y te diré quién eres

Empecemos por Fernando Haddad, último candidato a presidente del PT de Brasil, el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa y Álvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia. Todos ellos fueron parte de «gobiernos progresistas» que no provocaron ningún cambio de fondo en la estructura económica y social de sus países, que siguieron siendo capitalistas y dependientes, con altísimos porcentajes de pobreza, un deterioro creciente de todo lo público y derechos fundamentales de los trabajadores en retroceso, lo que los llevo al desgaste y abrió la puerta para que en sus países llegaran al poder derechistas como Jair Bolsonaro, Lenin Moreno o Jeanine Áñez. Algunos de ellos se declaran defensores del Estado de Bienestar y dicen defender la salud pública, pero cuando gobernaron la deterioraron para pagar deudas externas. Como creerles que defienden la ecología cuando profundizaron modelos extractivistas y contaminantes para garantizarle ganancias extraordinarias a las corporaciones.

Cómo confiar en que aspiran a un mundo más democrático a personajes como el diputado Giorgio Jackson, dirigente de Revolución Democrática y del Frente Amplio chileno, quien cuando estaba por caer de manera revolucionaria el gobierno de Piñera y el régimen reaccionario heredado de Pinochet, él y su partido pactaron con ellos y salieron en su defensa, dándole la espalda al pueblo movilizado y víctima de una represión brutal. O en Alicia Castro, dirigente sindical de la burocrática CGT argentina, diputada en su momento por la Alianza que llevó al poder a De la Rúa, que en su caída asesinó a decenas de luchadores populares.

Podríamos hablar del brasilero Celso Amorín, ministro y embajador de varios gobiernos neoliberales, de Elizabeth Gómez Alcorta, actual ministra del presidente peronista Alberto Fernández, que desde que asumió en diciembre pasado hasta la fecha pago más de 5.000 millones de dólares en concepto de intereses de una deuda ilegítima y fraudulenta mientras el país carece de recursos para enfrentar la pandemia y responder a las necesidades económicas más elementales de la mayoría de la población.

Otro tanto podemos decir de Bernie Sanders, quien supo despertar una gran expectativa al hablar de socialismo en el corazón del imperio y levantar algunas propuestas sentidas por la población, como el seguro universal de salud en un país donde el que no tiene dinero puede morirse sin atención médica. Su reciente apoyo a Joe Biden, candidato del establishment económico yanky, un racista y misógino dirigente del imperialista Partido Demócrata, me exime de mayores comentarios.

De esta Internacional Progresista no saldrá ninguna medida para terminar con las deudas externas, nacionalizar la banca y el comercio exterior bajo control social, revertir las privatizaciones, llevar adelante profundas reformas agrarias o imponerles impuestos progresivos y permanentes a los ricos. Son defensores de la propiedad privada de las empresas y los bancos, y su modelo de libertad se agota en la farsa de la democracia burguesa, a la que, a lo sumo, proponen ampliar un poquito. Quieren darle un rostro humano a un sistema capitalista que es imposible de humanizar y cada vez se vuelve más bestial. Por todo esto, de la mano de esta gente no se podrá, más allá de las buenas intenciones de algunos, eliminar la pobreza, lograr la igualdad y la prosperidad para todos que proclaman. Para lograr eso y mucho más el único proyecto viable es el socialismo a escala mundial, como propone la LIS, nuestra organización internacional revolucionaria.

(1) De su web oficial https://progressive.international.
(2) Ídem.


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